jueves, 15 de julio de 2010

Sin cuerpo.



Aquella persona tenía un enfermedad mortal, terminal que lo estaba consumiendo cada vez mas. Con el paso del tiempo su salud se deterioraba mientras su cuerpo se pudría a pasos agigantados. Pero de la noche a la mañana se salvó, se curó. Y a partir de entonces comenzó a recobrar la juventud y la vitalidad que había perdido. Médicos, científicos y especialistas los analizaban sin poder comprender la naturaleza de aquella inesperada recuperación de una enfermedad de la cual muy pocos sobreviven. Y aquellos que lo logran, sufren secuelas de por vida, siendo muy frecuente algún tipo de desequilibrio mental irreversible. Pero no era el caso de Oscar.



A diferencia de los médicos y especialistas, él sabía muy bien como había escapado a aquel martirio patológico. Pero nunca lo diría. No podía decirlo. Estaba comprometida su salud y los beneficios encarnados en su alma. Solo en sus memorias aparece la tarea llevada acabo para huir de la muerte (al menos temporalmente).



Era una noche fría y llovía a cántaros. Estaba arrodillado en una especie de patio trasero de una iglesia católica en medio de un círculo formado por 5 personas encapuchadas. No conocía a ninguna de ellas. Cada una estaba en una punta de un pentagrama rojo dibujado en el piso. Oscar estaba arrodillado en el centro. Junto con él había tres cerdos muertos y abiertos. Podía ver claramente todos sus órganos ya fallecidos y pálidos. Las personas encapuchadas comenzaron a recitar una especie de poema en una lengua extraña y desconocida para el protagonista. Al finalizar, le ordenaron que prosiguiera con lo que le habían ordenado para poder neutralizar la enfermedad que lo abatía.



Oscar estaba volando de fiebre. La lluvia y el frío no lo favorecían. Estaba mareado y su vista era borrosa. Se estaba jugando su última carta, era su única esperanza de detener la ya avanzada enfermedad. Con un esfuerzo grande se metió los dedos en la boca hasta llegar sus amígdalas, vomitando instantáneamente sobre el cerdo descuartizado. Entonces prosiguió a masticar y tragar violentamente todos sus órganos vomitados, fríos y flácidos. Era asqueroso, pero por alguna turbia razón el encantaba. Luego de varios mordiscos y con su propio vómito colgando de sus labios, le ordenaron que se detuviera y que se desnudara. Se acostó en el pentagrama y las figuras colocadas en sus puntas le arrojaron un polvo gris. Una de ellas, de sexo masculino, orinó sobre sus senos. Luego comenzaron a recitar mas versos en aquella lengua extraña y algo increíble sucedió.



Oscar comenzó a prenderse fuego, pero el no podía moverse ni rodar para apagarlo. Estaba paralizado. Era un fuego blanco que lo envolvía pero no lo quemaba. Sintió como las llamas estrangulaban su pene y se adentraban en su ano, provocándole un dolor intenso. Era de tal magnitud el dolor que perdió el conocimiento. Mientras estuvo desmayado tuvo un sueño desgarrador.



Él estaba atado a un suelo de cemento. Encima de él caían cadáveres de niños desnutridos. Era una especie de pozo pequeño. Cada vez mas niños muertos caían sobre él ejerciendo una presión cada vez mayor sobre su cuerpo. Era tan real, que comenzó a asfixiarse con el olor de la carne podrida por la muerte. No aguantaba mas, no podía moverse. Escuchaba como las palas en la superficie adicionaban mas y mas cadáveres al pozo.



Despertó. Seguía acostado en el patio. Pero ya no había fuego y había parado de llover. Una mujer le estaba succionando los pechos mientras le introducía uno de sus dedos en el ano. Tenía materia fecal en su cuello, pero no sabía si era de él de otra persona. Pero eso no le preocupaba. Era parte del plan. Entonces le inyectaron una jeringa en el brazo izquierdo, durmiéndolo otra vez. Sentíase muy débil.



Despertó cuando ya había amanecido. Estaba en su habitación, completamente limpio y tapado. Se sentía fuerte y sano. Había resultado el plan. No sentía nada por dentro. Estaba vació de emociones y sentimientos. Se había desecho de su alma. La había entregado a cambio de salud, fortaleza y vitalidad. Había logrado su objetivo.

2 comentarios:

  1. Muy buenos los relatos. Pero de noche como que me da un no se qué leer más de uno.

    Mañana sigo leyendo los demás. Un abrazo.

    ResponderEliminar