jueves, 15 de julio de 2010

Sacudida violenta.


Me siento frente al monitor en este triste domingo para finalmente revelarles la macabra historia de mi avatar. Realmente no se si es una historia real o ficticia, pero les aseguro que es tenebrosa. Me la contó una chica que conozco que estudia medicina en la UBA. Esta historia circula por la facultad de medicina hace años y reside en los pasillos pese al paso del tiempo. Daré comienzo entonces a este relato.

Los acontecimientos transcurren en la ciudad de Bahía Blanca. Érase una vez un matrimonio con un hijo de 6 años. Una familia feliz. Sin embargo, los padres eran practicantes de una secta satánica. Siempre ocultaron su culto al señor tenebroso a todo el mundo, incluso a su propio hijo. Pero algo comenzó a suceder con el sagrado niño.

Una noche los padres se encontraban en el sótano. Todo estaba listo para comenzar el ritual. El altar, la sangre de prostituta, la orina, el semen de un toro, el pentagrama dibujado en el piso con sangre de gallinas, etc. Pero no era un ritual como cualquier otro. Ésta sería la ceremonia final a través de la cual podría renovar su amor y tener una completa comunión con Satanás y otros demonios. Luego de la invocación, ambos se cortarían sus venas, se acostarían en el altar y harían el amor mientras la sangre fluye rápidamente hacia el exterior. Así, un hombre y una mujer se demostrarían todo su amor en medio de una catarata de sangre, muriendo el uno por el otro. Pero no morirían.

Cuando llevaron acabo este brutal acto de pasión y de amor y tuvieron sexo arriba de aquel altar (ahora rojo por la sangre) no murieron. Cuando terminaron de hacer el amor, ambos estaban pálidos por la cantidad de sangre que habían perdido y ahora que la lujuria había terminado, ambos trataban de aguantar el dolora brazados uno con el otro dejando que la sangre se mezclara. En ese momento apareció una figura negra y varias sombras a su a su alrededor. Esta figura negra, que supuestamente era Lucifer, extendió uno de sus brazos y un líquido rojo comenzó a fluir hacia los dos enamorados casi desangrados. El matrimonio instantáneamente perdió el conocimiento cuando Satanás apareció. La transfusión satánica se estaba llevando a cabo. Ahora gozarían de la protección del señor de la oscuridad.

Pero algo inesperado sucedió. El niño había estado observando todo. Escondido en un rincón del sótano había presenciado todo. Cuando la transfusión finalizó y la pareja recobró el conocimiento la figura y las sombras desaparecieron. Pero a los segundos apareció una cabra de color negro. Una voz gutural y profunda salió de ella. Hablaba en una lengua antigua comprendida por el matrimonio pero completamente desconocida por el hijo. Allí comprendieron los padres lo que había sucedido. El niño debía ahora poseer la marca de Satanás en sus pequeñas manos. De lo contrario, observaría pijas muertas por el resto de su vida. Dicha marca solo la podría obtener masticando y devorando la flácida carne de un cadáver.


Al día siguiente el niño estaba frente al altar con un cadáver de una modelo. Estaba fría. Estaba también podrida. La mujer estaba muerta desde hacía un mes. Un olor horrible había inundado la habitación, haciendo que el niño sintiera una profunda excitación. Asi es como comenzó a golpear el cadáver. Lo mordía, le arrancaba pedazos de carne con sus pequeños dientes. El pequeño muchacho se desnudó y comenzó a lamer la vagina podrida.
Sus padres no podían creerlo. Su propio hijo de 6 años estaba violando y gozando con un cadáver. Estaban orgullosos.

Pero el niño enloqueció. Cortó le cráneo de la fallecida mujer y comenzó a masticar violentamente su ya descompuesto cerebro. Cuando terminó, se abalanzó sobre su madre y le dio una puñalada en el estómago. Desesperado, el padre lo separó de su madre pero recibió tres puñaladas en la boca del estómago. La figura paterna ahora había sido ahora degollado por el maldito niño. Murió al instante. Apiló su cadáver sobre el de la podrida mujer que había sido violada. Luego comería sus intestinos. Ahora tenía que terminar con su madre.



El aire estaba enrarecido, todo había salido mal. El hijo de aquel desgarrado matrimonio se acercaba a su madre, acostada en el suelo con un charco de sangre bajo sus brazos. Miraba, llena de pánico y temor, al perverso muchacho que se acercaba. Le suplicaba, le rogaba, le gritaba. Pero la cara del mocoso no se inmutó para nada. La agarró de los pelos e insertó en su hermoso cuello una jeringa, dejándola inconsciente. Nadie nunca supo de donde salió aquella jeringa.

Con una cadenas ató a su madre a la pared dejándola completamente inmóvil. Delicadamente le colocó un vendaje en la puñalada para que dejara de sangrar. Le quitó toda la ropa y la despertó. En ese momento comenzó a producirle profundos cortes en su vagina con un cuchillo de carnicero. Su madre gritaba desesperadamente de dolor, rogando con vehemencia que se detuviera. Su vagina sangraba producto de los constantes golpes, cortes y mutilaciones. Luego el chico se bajó sus pantalones, y con su pene completamente erecto, penetro la argolla sangrante de la hermosa mujer, lubricando su pene con la sangre que fluía de los genitales maternos. El hombrecito gritaba de placer al tiempo que ella gritaba de dolor. Finalmente eyaculó sobre aquella destrozada vagina, produciendo un gel rojizo producto de la mezcla de sangre y semen que caía por las piernas de su propia madre.

La desató violentamente de la pared y la tiró al piso. Luego buscó el cadáver de su padre y se lo tiro encima. Entonces obligo a su progenitora a succionar el pene flácido y muerto de su marido mientras él penetraba su ano bañado de sangre. Eyaculó nuevamente. Pero no había terminado. No conforme con todo lo que había hecho, acostó a la mujer boca arriba y le cortó severamente el cuello, degollándola. En medio de nuevos gritos provenientes de la pobre mujer, él comenzó a succionar toda la sangre que salía del cuello. Mientras hundía sus labios que aquel corte profundo la violó otra vez, produciendo una tercera eyaculación sobre la vagina mutilada.

Una vez hecho esto, se puso de pie y observó como su madre terminaba de desangrarse. Una vez muerta, decidió unirse al innumerable ejército de los muertos satánicos. Entonces, con un martillo, aplastó su propio pene mientras se reía de placer. Le enctaba sentir el martillo destrozando una y otra vez su propia pija, y mientras hacía esto imaginaba que el sótano estaba lleno de pijas muertas. Se tiró al piso, dolorido y con la poronga separada del resto del cuerpo hasta que murió y se transformó en un cadáver, al igual que su difunta madre.

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