viernes, 26 de noviembre de 2010

Penetración sacrílega.



Si, todo esta muy claro. Ya estaba todo armado.



Ahi estaba tirada, atada, inmovilizada.....y con los ojos vendados. Yacía en aquel negro altar el cuerpo de una mujer subordinada por los hábitos religiosos, una monja, una mujer de fe. Yo siempre habia querido sentir y gozar de una carne pura, sumida en la abstinencia y el sacrificio, que nunca había sido contaminada. Quería que pasara de la pureza de la "salvación", a la pureza de la perversión.



Había un cuerpo vivo que me pedía ser contaminado, podrido, invadido sexualmente. No podía mas.



Me acerce.....le quité la venda de los ojos y me miro aterrada. Sus ojos claros resaltaban en aquel rostro pálido por la desesperación. Con lagrimas en sus mejillas, claramente al borde de un ataque de nervios, me pedía que la libere, que la soltara, me imploraba piedad, misericordia... Valores que ella sabía claramente que no compartía y que aborrecía profundamente. Había notado el satanismo que envolvía mis actividades criminales, y creía erróneamente que no era consciente de mis propias acciones, que estaba siendo comandado por fuerzas que van mas alla de lo terrenal. Esa idea me excitaba mas y mas. Podía percibir su temor.



Comencé a esparcir tierra por su cara. Sí, tierra negra como mi pene, como la misa que estabamos practicando. Su frente, sus mejillas,su nariz, cada centimetro de su hermoso rostro estaba cubierto por una capa de tierra. No le gustaba, pero era necesario. Una vez que comenzara a degustar de los placeres carnales, iba a dejar de sufrir, iba a saborear el placer sacrilego, el verdadero placer.



Arranqué rabiosamente sus vestiduras religiosas, teniendo acceso directo a su carne, su caliente y blanca carne, esperando ser penetrada satánicamente. Comencé a lamer sus piernas, a acariciar su clítoris. Apreté sus pechos.



Con violencia comencé a penetrar su vagina, mientras que con ira esparcia mas tierra sobre su abdomen. Seguí penetrándola, pero ahora lamia su cuerpo negro por la tierra.


En medio de aquella locura, quité las cadenas que la amarraban al altar. Apenas sucedió esto, me abrazó y comenzó a besarme desesperadamente. La estaba encantando aquel tipo de placer. La tiré al piso con fuerza. Até sus manos con una cuerda. Luego la tomé del pelo y me dedique a estrellar su cara contra los frios ladrillos de la pared. Cada golpe iba acompañado por un grito. Pero no era un grito de dolor, sino de placer. Su tabique se había roto con el primer choque, y ahora una capa de sangre y tierra cubría la mitad inferior de su angelical carita.


Introduje después mi pene en su boca, quedando lubricado por la espesa mezcla de tierra y sangre descripta en el párrafo anterior.Si, me encantaba someter a ese cuerpo que sufría su primera violacion, que nunca antes habia sido presa de la lujuria y del sufrimiento al mismo tiempo.


Al cabo de unos minutos de aquella práctica, acabé sobre su sucia frente.


Ahora me disponía a atarla contra al pared. En su tabique partido inyecté una sustancia de color grisáceo, mientras rozaba su clítoris con una navaja suiza. Luego de unos segundos, comenzó a vomitar, siendo ésto la antesala del momento mas placentero del ritual. El vómito dejó de fluir, dando lugar a una gran cantidad líquida de materia fecal acompañada de un olor indescriptiblemente fuerte. Si, desesperadamente besé su cuello bañado por la diarrea bucal, mientras que con la navaja suiza cortaba los labios vaginales. La diarrea continuaba fluyendo de su boca. Luego corté con cólera satanista el clitoris, dejando mi elemento cortante bañado de su sangre vaginal.


La caquita ahora llegaba hasta sus pechos, mezclada con la tierra esparacida anteriormente. No podía gritar por el chorro continuo de mierda que proliferaba, pero si hubiera podido me hubiera pedido mas. De solo observar aquel espectáculo religioso, eyaculé nuevamente. Pero esta vez sobre su pierna derecha.



El ritual ya estaba listo, su cuerpo ahora habia dejado de ser puro. Solo faltaba el paso final. Había que terminar con todo, su alma ahora sería sumergida en los placeres mas aberrantes del infierno, en los deseos lujuriosos enjaulados en el pecado mortal y el sacrilegio, que lo hacía todo mucho mas delicioso.


La navaja suiza atraveso lateralmente el cuello cagado provocando una hemorragia intensa....Su nariz destrozada y su traquea cortada me fascinabanan...la abracé y dejé que los últimos mililitros de materia fecal cayeran sobre mi hombro izquiero, mientras su vida se apagaba. La desaté de la pared y me acoste con ella. Hubo un leve manoseo a su cadaver hasta que me quedé dormido. La abracé fuertemente. Su hermosa podredumbre me hizo entrar en un sueño profundo.