sábado, 5 de marzo de 2011

Motivado por la aberración.






Estaba atontado y confundido. Mi cabeza daba vueltas. El lugar oscurecido entorpecía mis movimientos. Era de esperarse.





Mis sentidos estaban mas sensibles de lo normal. Mi cuerpo no aguantaba mas. Esperaba culminar aquella ceremonia. Estaba alterado y nervioso. Me acerqué con mis piernas temblorosas al altar en donde se encontraba el cuerpo que iba a degustar. En esta ocasión se trataba de una dulce anciana, indefensa y completamente desnuda. La llama de mis dedos comenzó asentir aquella piel arrugada y gastada por el paso del tiempo. La dulce señora estaba asustada, con la mirada perdida. Lloraba de los nervios. Agarré su boquita y le pedí que callara.....que me hiciera caso, que todo estaba por terminar.





Con mis manos llenas de sudor y nerviosismo, tomé el martillo....Hacía rato que ansiaba sentir el crujido de sus huesos débiles, de escuchar sus grititos de dolor (o de placer), de su deliberado pedido de piedad. No podía moverse, y al ver mi martillo ponerse en posición su delicada piel adquirió un tono pálido en cuestión de segundos. Esto no solo era parte de mis gustos pervertidos, si no que era la antesala a la prestación espiritual.





Con golpes secos y no muy fuertes, empecé a quebrar sus huesos mas largos....El fémur, la tibia, el peroné, el húmero, cúbito, radio....Luego procedí a destrozar las falanges de sus pequeñas manos....





Al cabo de un rato, era simplemente una piel pálida lleno de huesos destruidos. No podía mover sus miembros inferiores ni superiores. Los fragmentos óseos estaban encerrados bajo su piel, perdidos entre sus órganos y sumergidos en su añeja sangre.





El calor en mi frente y el repentino temblor en mis hombros me señalaron que era momento de proceder al siguiente y último paso. Las náuseas comenzaron a invadirme...Me coloque junto a ella y miré fijamente su ombligo. El ardor en mi cuello se torno insoportable hasta que por fin, de mi boca salió expulsado.













El feto había salido con fuerza de mi boca, como un proyectil. El cuerpo pequeñito cayó en sobre arrugado abdomen. Si, una de concesiones de la prestación del alma era la habilidad de poder vomitar fetos humanos. Los gritos de terror de la anciana invadieron todo el oscuro recinto. Agarré el feto por los piecitos y coloqué su cabeza en dirección a su vagina. Todavía estaba caliente. Con su cabecita comencé a ejercer presión para que se adentrara a través de sus labios vaginales. Su diminuto cráneo empezó a lastimar la superficie vaginal....Con mayor fuerza continué empujando al cuerpitos in vida. El dolor para la mujer era insufrible, terriblemente fuerte. De aquel vientre del que antes había salido la vida, ahora ingresaba la muerte. Cuando introduje gran parte de su cabecita procedí a vomitar sus senos.







Me acerqué a su cuello y produje un corte en garganta. Introduje mi pene en la pequeña herida. Al cabo de un rato, mi pene se bañó de su sangre y la mujer murió de la hemorragia vaginal producida por un feto, por un aborto, por la muerte. Adentrando el pito en su cuello, logré acabar placenteramente en aquel cuerpo sin vida.





Me acosté con la señora, quedando rapidamente cautivado por su olor. Otra característica de aquel ritual era la de acelerar el proceso de putrefacción. Pegué mi nariz a su pecho hasta asfixiarme con su aroma mortuorio.