miércoles, 6 de abril de 2011

No podía mas.



Si. No. No puedo mas.



Hace 4 días que vengo teniendo el mismo sueño. El mismo enloquecedor y excitante sueño. Es una pesadilla llena de lujuria. Pero una pesadilla al fin. Tengo que acabar con esto (en todo sentido).



Van 4 noches que sueño con ella. En aquella lúgubre pesadilla, me encuentro sumido en un oscuro ambiente. En el centro de la mal iluminada habitación, recostada en altar negro con velas en los extremos, se hallaba ella completamente desnuda. Desnuda e indefensa. Miraba para todos lados, asustada. Intentaba en vano levantarse, pero la firmeza de las cuerdas impedía que se moviera mas de unos cuántos centímetros.




Por alguna extraña razón no podía verme, pese a que estaba parado a unos metros de ella. Titubeaba y emitía pequeños gritos y algunos sollozos profundos salían expulsados de su garganta cargados de angustia y desconcierto. Su preocupación invadía los desconocidos rincones del lugar.




Me acerqué.....Comencé a tocarla. Ella sintió mi mano. Pero seguía sin verme. Comencé a masturbarla violentamente. El contacto con su vagina me había excitado todos los sentidos. La visión comenzó a tornarse borrosa.



Un intenso frío penetró en mi pecho al tiempo que la llama de mis dedos recorría sus labios vaginales. Al lado del altar había una mesita tapada con un mantel. Lo quité con vehemencia y descubrí alegremente una serie de cuchillos, navajas y demas elementos cortantes.



Agarré primero una pequeña pero muy afilada navaja suiza. La pase por su cuello. Ella temblama de terror. Podía ver la navaja pero no la mano que la controlaba. La besé mientras con fuerza realizaba un violento corte en la zona abdominal. En seguida comenzó a brotar un flujo de sangre entre la desgarrada piel.



Tomé un frasco y eparcí la orina arriba de la herida. Si, la orina de una mujer desnutrida debía mezclarse son su sangre para completarse la prestación. Después de todo, ese era el requisito para recibir las propiedades milagrosas de una tranfución sanguínea del demonio.



Sumido en un profundo nerviosismo y lleno de una rabia incontenible, de a poco sentia como el frio dentro de mío iba siendo reemplazado por un calor intenso y placentero.



Ahora que el paso importante estaba hecho, podía disponer como quisiera de aquel cuerpo ensangrentado. Con violencia comence a cortar las zonas circundantes a la vagina, degando sus genitales intactos. Con una mano introduje mi pene en su boca, llegando hasta las profundidades de su boca. La quité con placer. Tenía que dejarla vomitar. Luego de lubricar mis testiculos llenos de semen con su agradable vómito anaranjado, comencé a descargar toda mi ira cortando, mordiendo y penetrando su vagina. Los cortes vaginales eran hechos con un cuchillo mas grande.




Derramé mas orina sobre la hemorragia vaginal, para logar una mayor estimulacion nerviosa de mi aparto reproductor. Ella sufria, gritaba y en medio de una profunda angustia le pedía misericordia a alguien que no podía ver.




Eyacule sobre su vagina cortada, y para terminar con todo utilicé el martillo que cuidadosamente me habían indicado. Lo acerqué a su nariz y violentamente le destrocé la cara. Pegué y pegué hasta que su cara se hundió en su cara, poniendo fin a una vida de tormentos lujuriosos en presencia de nuestro señor satanista.