lunes, 13 de julio de 2015

Piel muerta.

Cabizbajo, encerrado y despojado de aquella atención que para mí era el principio de una lenta mejoría y consumido progresivamente por aquel aire enrarecido, mi mente hallábase cubierta de ese moribundo espectro de fantasías oscuras que ahora dominaban todos mis impulsos.

En ese mismo tintero del cual se desprendía un nauseabundo hedor producto de la acumulación de unos íntimos colgajos descompuestos que una vez supieron ser la parte externa y mas sensible de una dulce y virgen cavidad vaginal, se había posado, para nunca mas partir, el turbio espectro ya mencionado bajo la forma de un pájaro débil de grisáceo plumaje y de aspecto hórrido y macabro.

Sin mediar palabra, su pútrida mirada comenzó a inculcarme el ardor morboso de mis nuevas obsesiones. Aquella impopular idea de conservar y convivir hasta mis últimos días con los genitales arrancados de un cuerpo vivo cuando todavía ella se encontraba en aquel mórbido estado de excesiva consciencia era simplemente la más refinada de las fantasías que pudiera ser transferido por ese inmundo y plumífero despojo de carne animal.


Me aferraba a ese plumaje tosco y grisáceo para no perder pisada ni detalle de todo ese espectáculo que se gestaba en mis delirios. No podría soportar el castigo, ese flagelo siniestro de dejar que toda esa magnifica mutilación quedara en el campo abstracto de las fantasías mas enfermas. Debía que convertirlas en los pútridos eventos que acontecieron en el ocaso de una jornada de lealtad y amor hacia una vagina corrompida por el semen de un ser incompleto y portador de la mas despreciable inferioridad.

domingo, 24 de mayo de 2015

Infección vaginal. Madre desmembrada.

Sumido y devastado por las perversas letanías de un olvido antiquísimo y, mientras la agonía de un nuevo día marcaba la antesala de una pútrida rivera nocturna, intentaba
apaciguar temporalmente mis tormentos mediante ciertas tendencias cadavéricas completamente marginadas de cualquier contexto de masividad cultural.


El desgaste mental me había empujado hacia unos antros oscuros de la red habitados solo por enfermos que buscaban un suplicio pasajero a sus incontrolables y desviados impulsos. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, ya sea por error o por un atisbo del mas mórbido destino, me encontré recorriendo los lúgubres pasillos de un foro de canibalismo infantil. A partir de ahí comencé a comprender la horrida naturaleza de mi turbia sexualidad.


Mientras abría aquella galería por la que desfilaban las mutilaciones mas atroces sobre unos infantes que, sometidos al mas infinito dolor, no podían comprender la morbosa satisfacción que desdibujaba las facciones del torturador, una incesante e intensa erección de mi miembro viril comenzó a dominarme por completo. Era tal el gobierno casi absoluto ejercido por el aparato genital sobre el resto de mi cuerpo, que todas mis acciones obedecían exclusivamente a los intentos de una permanente masturbación ante la exposición del sufrimiento y el desgarro carnal que emanaba de las extremidades separadas brutalmente de esos cuerpitos inocentes.


Los rasgos patológicos de mi escasa salud mental, la falta de contención profesional y el confinamiento constante al pozo de una devastadora sintomatología obsesiva en el que debía revolcarme todos los días, se desvanecían por completo ante la efímera invasión de ese frenesí sexual que tanto anhelaba pero que todo el entorno enfermizo me lo negaba.



Mi derruida situación mental hacia que todos los intentos por salir de aquel vicio incontrolable sean frustrados, reforzando así mi dependencia psicológica de la tortura infantil.

domingo, 22 de marzo de 2015

Asalto sexual.


Me encontraba, como de costumbre, agobiado por la cuestiones arbitrarias tendientes a condicionar nuestro comportamiento habitual cuando, en una pesada nube de humo emanada de aquel sobrecargado cenicero, mi mente comenzó a recordar una turbia sucesión de eventos. Eventos que si fueran examinados a luz de la consciencia colectiva, estarían subrayados como fuertes perversiones de alguien que padece una severa discapacidad mental.


Pero no es el objetivo de esta narración ejemplificar las expectativas sociales establecidas para la imaginación, sino simplemente comentar unos hechos representados en mi mente y que, mas allá de su carácter sumamente perturbador, el plasmarlos en un escrito a mano pueda mitigar (aunque sea manera parcial) la lúgubre tiranía del dolor mental que rige en los infames recovecos de este laberinto infernal. Pues se puede considerar que mi corrompida salud mental, ademas de estar encerrada en la fétida y nauseabunda prisión de lo material, simultáneamente se haya perdida en una localidad abstracta, de estructura compleja y laberíntica, en donde abundan una serie de tormentos infernales que amenazan con someterme de manera permanente al culto de la hemorragia auto infligida, la auto flagelacion desmedida y a la generación de múltiples escoriaciones esparcidas por toda la ya castigada superficie de mis extremidades.


El único escape parecería ser la degustacion de unos genitales en avanzado estado de putrefacción mortuoria, pertenecientes a unas infantes vírgenes de una edad no mayor a los trece anios de edad. La muerte de la joven debia ser de una brutalidad considerablemente grande; si había sido torturada o desmembrada, los efectos relacionados con la sensación de un escape temporal al encierro tortuoso antes descrito serian mas intensos y duraderos. Pero había una condición que siempre tenia que respetarse: sus jóvenes labios vaginales y, en especial su diminuto clítoris, debían haber permanecido intactos durante toda la vida de la persona y solo verse afectados por la compleja y lúgubre descomposición traída por la mismísima muerte.


Así es como mi condición patológica me obligo a coleccionar vaginas infantiles para masticarlas de manera compulsiva y enfermiza, sin poder aguantar un segundo mas en aquel infierno espiritual. Solamente la profunda escasez de fuentes que me puedan proporcionar este manjar que degusto casi todos los dias y una profunda abstinencia de aquella carne joven y podrida que compone todos esos genitales femeninos tan puros y hermosos pueden obligarme a confesar estas aberraciones.

viernes, 18 de mayo de 2012

Ansiosa redención.

  Si, la frágil y castigada muchacha estaba atada e inmóvil a la fría y mugrienta columna. Sus pechos ensangrentados por la cólera de su redentor, colgaban desde ese espeso y lujurioso cuerpo cubierto por esa capa de sangre que no paraba de brotar. Toda su carne había sido vilmente castigada.                                         


En aquella oscura y lúgubre habitación, su redentor, encapuchado y con su rostro lejos del alcance de la vista de su víctima en proceso de redención, se acercó con sus pesados pasos. Ella sentía como ruido de las enormes botas acercarse mas y mas.

Nuestro amo y señor tomó una de sus manos encadenadas y depositó sobre ella una tierra azul. Con su otra mano, el dueño de todas las almas decidió sentir el tacto de su desgarrada vagina. Si, los genitales externos se encontraban completamente destrozados por aquel filo oxidado que yacía a sus espaldas. Cuando probó la sangre vaginal, se volvió loco de placer. 


Unos minutos mas tarde, el polvo depositado en la delicada palma de la muchacha comenzó a hacer efecto: la sangre que cubría la vagina comenzó a tomar un color marrón amarillento. Si, aquella sangre vaginal que brotaba lentamente se estaba convirtiendo en vómito: vómito de animales torturados.



Aquel vómito era la lubricación perfecta para que pudiera parir a la criatura del mal. Si, mientras la mujer sentía como la vomitada vagina se quemaba por el propio vómito, 4 cadenas se abrieron paso entre los lastimados labios vaginales. Dichas cadenas se elevaron y cubrieron su cuello delicado.


El señor envuelto en aquella misteriosa túnica contemplaba su plan hacerse realidad. La mujerzuela había asistido a él en busca de una supuesta salvación. Después de todo, él le había proporcionado la redención en forma de un flagelo carnal.

Pues estas cadenas apretarían su cuello en presencia de algún signo religioso. Si intentaba tirar de estas cadenas que salían de su vagina, su útero se desgarraría y además se generaría una cascada de ácido sulfúrico capaz de pudrir todo su organismo en cuestión de segundos.


Si, actualmente su alma junto con su ensangrentado cuerpito estaban destinados a pasar toda la eternidad bajo las cadenas del infierno, y solo la inmolación en frente de una monja con los pezones sangrando podría generar el deterioro de esas cadenas pesadas. Pero la hemorragia de aquellos pezones debía ser producida por un rosario cubierto alfileres extraídos del ano de un auténtico satanista experimental.


Nuestro redentor la desató, y cuando ella fue separada de la columna, su cuerpo simplemente se desplomó en ese suelo lúgubre mientras aquellas largas y pesadas cadenas se dedicaban a apretar las extremidades para obstruir la circulación sanguínea.


El temible redentor se alejó, dejándo allí a aquella muchacha torturada y flagelada, mientras imaginaba un mundo sin represiones religiosas, sin prejuicios, con una libertad sexual que nadie imaginó jamás.

Hacía mucho que no se divertía tanto con un cuerpo virgen,



Espero que se exciten tanto como yo en este relato.                                                                                                

lunes, 23 de abril de 2012

Horror vaginal con Anabela.

Anabela se disponía a realizar algo inhumano para lograr la atención de su amado: vomitar milanesas en la cara de su amor a través de su vagina. Una entidad invocada por el africanismo le indicó que cuando el vómito vaginal tomara contacto con sus mejillas y su frente, él caería rendido a sus pies y unas espinas amargas con azúcar impalpable saldrían de sus pezones.

Anabela no pudo resistirse a esa imagen y siguió cuidadosamente las instrucciones marcadas por la dudosa divinidad morena. Lo tenía frente a ella atado, desnudo e inmóvil....Sus manos temblaban de terror y sus labios solo podían entonar un suave susurro de socorro. 



Inyectó un poco de materia fecal de un mono mandril diluida en leche descremada y vodka justo por encima de su pene, en una zona repleta de bello púbico. Al cabo de unos segundos su cabeza se echó hacia atrás y una sustancia líquida, negra y con olor a fetos decapitados comenzó a emanar de sus fosas nasales.

Lo colocó con cautela en un tubo de ensayo y lo bebió. Si, anabela por fin había tomado el néctar del africanismo. Apenas terminó de tragar la última gota, un intenso dolor en su estómago la dobló de rodillas. Dolorida y con sus piernas pesadas como barriles de rabas de Indonesia, se subió a un silla, se bajó la ropa interior y con su vagina apuntó hacia la cara de nuestro joven y hermoso muchacho.

En el momento de máximo dolor estomacal, un gran flujo de aquella sustancia marrón claro salió disparada de aquella cavidad vaginal, impactando en las facciones descubiertas del humillado joven.



Un grito de dolor salió de la voz del hombrecito, ya que la vomitiva sustancia había demacrado su cara. Entre sollozos y maldiciones, anabella tomó su cabeza y besó los vomitados labios. De manera simultánea comenzó a apretar sus pezones.

Pero el azúcar impalpable nunca salió. En lugar de ello emanaba edulcorante. Pues si, aquella presencia no era una entidad africana, era simplemente un duende suizo que buscaba interactuar con una mujer.




Recuerden que los amo.

martes, 27 de septiembre de 2011

Destrozada en la cripta.




Necesitaba a toda costa poder establecer contacto con esa piel. Su calor, su color, su contextura me enloquecían de manera enfermiza. Había esperado mucho tiempo. Mis genitales ya no podían aguantar mas. Mi organismo necesitaba con lujuriosa desesperación esparcir el semen sobre su carne castigada y flagelada. Introducir mi miembro en un cuerpo envuelto en cortes y hemorragías, mientras un olor pútrido proveniente de unos huesos añejos invade con violencia mis fosas nasales era algo mi alma no podía resistir. Pues aquello no era un maritirio común y corriente; una oscura presencia me ayudaría a lastimar con fervor los pechos de esta atormentada mujer.

Con las pesadas cadenas colgando de mis brazos y mis oscuras botas caminaba por el humedecido suelo en el que ella reposaba. Dormía desnuda con su espalda apoyada en unos viejos azulejos ennegrecidos por la mugre de aquella habitación. Con lentitud me acerqué y tomé su cabeza; luego la acosté en el altar.

A mi derecha se encontraba el codiciado cajón: en él había una vasta colección de huesos humanos extraídos de señoras ancianas. Pues habia pactado penetrarla compulsivamente con huesos humanos para poder prolongar el estado de exaltación en el que me encontraba. Dicha excitación era proporcionada por la disposición de un ente infernal en la zona de mis genitales. Pero para hacerlo ilimitado el Señor de las infinidades oscuras necesitaba que un cuerpo virgen sea lastimado y humillado para luego sumergirlo en las vastas disciplinas del placer infringindo. Solo asi se podía acceder a la exaltanción infinita.


Se encontraba ella completamente atada al altar, desnuda e inmóvil y sumida todavía en un profundo sueño. Comencé a lubricar sus pechos con un líquido marrón semejante al vómito humano con un intenso olor a descomposición

Apenas se despertó, introduje con fuerza una navaja en su rostro....los gritos no tardaron en aparecer..estaba completamente loco, no sabía lo que hacia...sus mejillas se convirtieron en un mar de cortes de los que fluían flujos incesantes de sangre. Me acercqué y la obligué a besarme mientras acariciaba su vagina, que con el dolor se había humedecido. Pude sentir sus labios lubricados con su propia sangre. Eran una delicia.

Tomé la perforadora y comencé a cortar con intensa vehemencia su zona abdominal, imaginando que en ese vientre se encontraba un feto al que podría descuartizar con alegría y satisfacción. Seguía gritando, y esta vez las lágrimas se entremezclaban con la sangre de su rostro....Ahora agarraba el martilo y me disponía a romper su tabique, para que rápidamente la sangre fluyera de su nariz y continuara manchando aquel rostro hermoso.



Completamente enloquecido por aquel sufrimiento, tomé el fémur extraído de la anciana y comence a introducirlo compulsivamente en su vagina, generando al instante una intensa hemorragia vaginal. No podía gritar ya mas fuerte, y el fémur seguía desgarrando su vagina.

Minutos después introduje mi pene para poder sentir su ensangrentada vagina. Fue entonces cuando mi cuerpo dejó de responder a mis instintos sexuales y comenzó a moverse por su propia cuena, guiado por la divinidad infernal. Me colocó sobre ella, abrió mi boca y expulsó de ella una sustancia viscosa y marrón sobre su cuello. Aquello parecía vómito, pero tenía olor a materia fecal. Sin embargo, no era ninguna de las dos cosas. El líquido enrarecido ocasionaba profundas quemaduras a medida que se esparcía por el cuello hermoso. Pero las quemarudas la enbellecían.

Un círculo de fuego nos rodeó; y doce figuras oscuras de mujer de mujer nos observaban detrás de aquel círculo. Se reían y gritaban algo que mi mente no era capaz de comprender. Ella, agonizando por el dolor infringido, cerró sus ojos y yo mordí su cara castigada para ser bendecido con su carne femenina.


El fuegó se disipó, las figuras desaparecieron y la deidad oscura me lanzó contra la pared mas cercana sin ocasionarme ningún golpe. La vos de un teletubi me dijo que me amaba.

Quedé sumido en la oscuridad hasta que recobré el conocimiento. Ya estaba infectado. Mi alma estaba bajo su dominio y sus placeres estarían conmigo hasta el fin de los tiempo.


Los quiero mucho. A ustedes y a los teletubies.



martes, 9 de agosto de 2011

Senos muertos de aquel cuerpo vivo.






En una fría noche de junio, me había despertado abruptamente luego de haber padecido un sueño desordenado e incoherente. Nervioso y transpirado, trataba de descifrar aquella extrañan visión reproducida durante mis horas de descanso. En la descabellada experiencia nocturna, lo que había presenciado era extrañamente excitante: tan solo veía una luz blanca. Una voz potente, masculina y seductora me dijo “Hola. No entendés nada ahora. Pero en algún momento un viejo te va a explicar todo. Y no es el viejo de la papa.”







Pasaron días y semanas, pero la explicación del contacto con aquel desconocido nunca apareció. Hasta que hace unos días finalmente aconteció.







Eran las 11 de la noche de un domingo. Estaba esperando el colectivo. Una dulce anciana con los pechos caídos estaba al lado mío. Ahí comenzó todo.







Ella, con la mirada clavada en las fría sucia vereda, comenzó a hablarme con una vos temblorosa y grave. No parecía la voz de una anciana.







“Cállate que te tengo que decir todo. Si el colectivo viene antes de que termine, me toca suna nalga.







No tuviste un sueño, viviste el futuro. Fue una visión.”













Y comenzó a relatarme el fragmento futuro que supuestamente había presenciado en mi sueño macabro.










“Ella estaba sentada. Sentada y desnuda. Unas fuertes cadenas ataban sus miembros superiores e inferiores. Su cuerpo era delicioso. Estaba lista para ser castigado por nuestro señor luciferiano. Cubierto con una túnica negra, dejando tu rostro sumido en la oscuridad de la capucha que cubría su cabeza rasgada, te aproximaste a ella con un texto escrito en alguna lengua extraña. Pronunciaste unas palabras, y sentiste en tu pecho como un ardor profundo te inundaba los pulmones. Sentiste un agudo dolor, pero al mismo tiempo una intensa excitación, al punto de erguir completamente tu pene. Sin entender que sucedía, los labios de tu comenzaron a moverse involuntariamente para leer en voz alta ese raro pergamino. Nuestro señor Lucifer se había infiltrado en tus vías respiratorias. Ahora podía controlar tu cuerpo. Era necesario para cumplirte tu deseo.







La lectura despertó a la joven muchacha. Apenas recobró el conocimiento comenzó a gritar. No entendía nada. Cuando terminaste de leer, una extraña luz apareció detras del hermoso pelo de la dama y te abalanzaste sobre su vagina. Abriste sus piernas con furia y despeserado succionaste su vagina por varios minutos. Ella se resisitía, y entre sollozos se le escapaban algunos gemidos. A pesar de su resistencia, era incapaz de ocultar que a su cuerpo le gustaba. Después de unos minutos, la luz se intensificó y un líquido verde comenzó a emanar entre sus labios vaginales. Eso demostraba que Nustro Señor Luciferiano había logrado ingresar en su cuerpo para poder corromperlo por dentro. Ella comenzó a moverse violentamente. Un insoportable dolor se apoderó de ella. Tu la desataste y la tiraste al altar oscuro. Luego comenzaste a besarla fuertemente. Te encantaba sentir como su cuerpo se pudría por dentro, amabas ser testigo de su martirio, estabas enloquecido por el terrible castigo que sus órganos sufrían. Es que el diablo, una vez dentro del vientre, le encantaba azotar con furia aquellos tejido tan llenos de vida.







De su vagina seguía emanando el líquido verde, pero ahora mezclado con un profundo flujo de sangre producto de las hemorragias internas. Un olor a excremento se había apoderado del lugar.







Mientras mordías con fuerza sus pechos (flagelados por dentro por intercesión del redentor oscuro), te indicó que procedieras con el siguiente paso. Tomaste un tubo de ensayo, que estaba caliente, y lo colocaste junto a su vagina. Inmediatamente cesó de fluir la mezclad e líquido verde y sangre, dejando entrever la superficie devastada de sus genitales. Segundos después, retiraste el tubo de ensayo y de aquella castigada vagina comenzó a emanar un nuevo fluido. El mas hermoso de los fluidos salía ahora por aquellos labios vaginales torturados.







Una gran corriente de vómito caliente emanaba fuertemente, justo por debajo de aquel intacto clítoris. Te pusiste loco al ver eso, y compulsivamente comenzaste a penetrarla. Si, sentir como tu pene se cubría de aquel espeso y caliente vómito a medida que la penetrabas te volvía loco. Unos minutos después, eyaculaste una buena cantidad de semen que se perdieron en las profundidades de la vagina vomitada.










Sus gritos durante la toda la violación habian ido aumentando gradualmente; al final eran casi insoportables. Extrañamente, la asquerosa sustancia había quemado su aparato reproductor.







Estaba quieta, inmóvil. Con una ráfaga de viento, el demonio abandonó su cuerpo putrefacto y corrompido por dentro. El ardor comenzó nuevamente. Pero esta vez aconteció en las nalgas. Si, ya estaba consumado el deseo. Ahora el señor Oscuro estaba en tu trasero para penetrar tu ano por tiempo indefinido. Pues ese era tu deseo: ser violado por la cavidad anal por toda la eternidad. Ahora tenías para siempre a un demonio llamado Mirtha Legrand para poder darte sexo anal hasta el dia del jucio final”



















La señora terminó su relato.....Me quedé estupefacto...







Llegó el colectivo, pero cuando me subí no volvía a ver a esa señora. Nunca mas.













Hola. Los quiero mucho.